Cuando enseño data storytelling —ya sea en entornos universitarios o en programas de formación ejecutiva para empresas— siempre comienzo con la misma pregunta:“¿Por qué, en una era donde tenemos más datos que nunca, seguimos tomando decisiones tan poco informadas?” No es una pregunta retórica: es el punto de partida que me permite conectar con una preocupación común tanto en directivos como en estudiantes. La respuesta, aunque aparentemente simple, revela un desafío profundo. Los datos, por sí solos, no comunican, no persuaden y tampoco movilizan. Necesitan ser estructurados, interpretados y narrados. Necesitan, en definitiva, un hilo conductor que conecte la evidencia con el propósito, y la información con la acción.
El data storytelling no es solo una técnica de comunicación visual: es la convergencia de tres disciplinas clave que rara vez se enseñan juntas. Me refiero al análisis de datos (el qué), el diseño visual (el cómo) y la narrativa (el para qué). Cuando una de estas tres patas falla —y es más común de lo que parece— la historia que queremos contar se vuelve confusa, incompleta o simplemente irrelevante.
A lo largo de los años he identificado siete errores frecuentes que suelen aparecer cuando alguien comienza a trabajar con historias basadas en datos. No importa si se trata de un analista junior, un estudiante de máster o un directivo experimentado: estos errores se repiten porque no nos enseñaron a pensar en datos como parte de un relato. Por eso los recopilo, los explico y los discuto en mis formaciones: para que dejemos de informar por inercia y empecemos a comunicar con intención.
1. Contar los datos antes de descubrir la idea
Error. Abrir la presentación con números y gráficos sin haber clarificado el mensaje central.
Solución. Empiezo cada proyecto escribiendo una sola frase: la pregunta guía (“¿Qué está cambiando en nuestras ventas?”). Solo después selecciono los datos que la responden. La audiencia recuerda ideas, no hojas de cálculo.
2. Amontonar métricas sin jerarquía visual
Error. Mostrar cinco indicadores clave al mismo tiempo y confiar en que el público los ordene mentalmente.
Solución. Aplico la técnica del foco narrativo: destaco el dato protagonista (con color, tamaño o posición) y relego los secundarios al fondo. Una buena historia necesita roles diferenciados.
3. Pasar de los personajes
Error. Hablar de “usuarios” o “clientes” de forma abstracta.
Solución. Pongo rostro y voz a la cifra. Un breve testimonio —“Ana devuelve el producto porque…”— convierte un porcentaje en una escena visualizable y memorable.
4. Confiar en el gráfico por defecto
Error. Usar la primera visualización que ofrece la herramienta, aunque no encaje.
Solución. Elijo la forma que revela el patrón que quiero destacar: líneas para tendencias, barras para comparaciones, flujos para procesos. La forma sigue a la función.
5. Saltarse el contexto
Error. Presentar un +12 % de crecimiento sin explicar contra qué se compara.
Solución. Añado siempre el marco temporal o el referente (“+12 % respecto al trimestre anterior”). El contexto es el escenario donde la narrativa cobra sentido.
6. Creer que más datos = más credibilidad
Error. Incluir tablas completas “por si acaso”.
Solución. Selecciono los tres datos imprescindibles y ofrezco un anexo para quien quiera profundizar. Menos es más: demuestro criterio y mantengo la atención.
7. Olvidar la llamada a la acción
Error. Terminar con “gracias por su atención” sin indicar el paso siguiente.
Solución. Cierro con una propuesta concreta (“Aprobemos el prototipo el viernes” o “Lanzamos el piloto en septiembre”). Un relato de datos es una herramienta para decidir, no solo para informar.